martes, 7 de febrero de 2012

Lisboa: De la Sé a Prazeres.

Como las de Oporto y Coimbra, que ya hemos visto, la catedral (Sé) de Lisboa es una verdadera fortaleza románica del S12, donde las fortificaciones eran necesarias, por si las moscas. Luego sería modificada en épocas posteriores.

Como muchas otras construcciones en la ciudad, sufrió los efectos del gran terremoto pero hoy está restaurada casi toda en estilo románico.










Todo el interior es muy sobrio.




Tres cosas nos llaman especialmente la atención:
Una talla representando a la Iglesia ascendiendo, encabezada por ángeles..

La tumba gótica de la esposa del caballero Lopes Fernandes Pacheco, que por fin puede leer tranquilamente en la cama sin que le pidan que apague la luz...


Y un espectacular y abigarrado nacimiento de terracota, con la Sagrada Familia y como 10000 extras!


El claustro gótico es interesante pero está algo deteriorado. En su jardín vemos arqueólogos trabajando. Ya se han identificado utensilios romanos y algunos de la época fenicia.


El otro patrono de Lisboa... Santo António de Lisboa (o de Padua)
no fue bautizado Antonio (él eligió este nombre) sino Fernando, y nació en Lisboa en 1195.
Su casa natal está aquí nomás a la vuelta de la catedral. De familia adinerada, a pesar de la oposición familiar abrazó la vida religiosa. Tomando los hábitos franciscanos, se estableció en el sur de Francia y norte de Italia, donde su poder de oratoria pronto lo hizo famoso. Las leyendas insisten en que tenía el don de la ubiduidad y en una oportunidad multiplicó los peces.
A su muerte, su canonización fue casi inmediata: 352 días, menos de un año...todo un record.

San Antonio tiene aquí fama de casamentero, por eso su pequeña iglesia (Santo António da Sé) es una favorita de los novios a la hora de elegir templo.
Los lisboetas lo recuerdan el 13 de junio, con dos semanas de jolgorios, procesión, música, fuegos artificiales, comida, vino... todo en la calle.
Una curiosa escultura moderna ilustra incidentes de su vida.







Seguimos nuestro descenso. En un recodo encontramos un simpático barcito donde descansamos y atacamos un par de sandwiches de presunto.








Siguen las escaleras... hay sectores bastante descuidados. En muchos lugares las casas se comunican en la altura, por arriba de las callejuelas.








Tratamos en vano de encontrar el Museu do Fado. Otra vez será.
Cuando terminamos de bajar hasta el nivel del río, buscamos el recorrido del mítico tranvía 28, para seguir hasta el Convento de San Vicente.

Los tradicionales tranvías (elétricos) de Lisboa son uno de sus atractivos. Los antiguos coches, dotados de controles de tecnología moderna, van siendo reemplazados por otros modernos, de mayor capacidad... pero los viejos son encantadores y por eso son los más requeridos por los turistas.

Especialmente este recorrido, que cruza de este a oeste la ciudad y conecta muchos lugares imperdibles. Por lo que también, registra una densidad de carteristas muy alta. Así que, a cuidarse...


Todo va bien, hasta que nos encontramos con un auto mal estacionado... el tranvía no puede seguir. Pasan 5 minutos... diez... quince... la conductora dice que ya avisó y que lo que queda es esperar...

Un rápido conciliábulo con la socia, y decidimos bajarnos y tomar un coche que vaya en sentido contrario. Nos perderemos el convento, pero como nuestro coche no puede pasar, en algún momento ya no habrá ninguno para el recorrido de vuelta... Por la tranquilidad de la conductora, pareciera que esto le sucede a menudo. Nos quedaremos sin saber el final de la historia.




Volvemos hacia el oeste... atravesamos Comercio, Chiado, Barrio Alto.... todos barrios conocidos... llegamos a la Basílica de Estrela, monumental, y seguimos hasta la parada final del recorrido, el cementerio de Prazeres. Qué hermoso nombre para un cementerio, no? Especialmente si tiene buena vista...


Simplemente mirando por la ventanilla, se ve mucho y se disfruta otro tanto.

Luego de un ratito, nuestro coche comienza a desandar el camino. Otro agradable paseo y ya estamos de vuelta en Chiado. De allí, el metro hasta el hotel...hoy ha sido un día bravo.




Duchita, descanso, y nos vamos aquí a la vuelta, donde hemos descubierto un pequeño restaurante llamado Os Alentejanos, justamente con comida típica del Alentejo.
Un rico guisito de carne con vegetales, un buen pescado para Gloria... y un exquisito vinho verde.
Así pasó nuestro segundo día... ahora un merecido descanso.
Mañana nos espera un plato fuerte: Belém.


Hoy, no ilustro nada. Simplemente les dejo esta magnífica versión de la poesía de Vinicius de Moraes 'Soneto da Fidelidade', por Rodrigo Costa Félix. Mario Pacheco compuso la música y acompaña en guitarra portuguesa. Hay un buen detalle de la digitación 'al dedillo' típica de la guitarra portuguesa.
Me encanta la letra... a pesar del oxímoron de un infinito finito. Que quizá sea a propósito...

De tudo, ao meu amor serei atento
Antes, e com tal zelo, e sempre, e tanto
Que mesmo em face do maior encanto
Dele se encante mais meu pensamento

Quero vivê-lo em cada vão momento
E em seu louvor hei de espalhar meu canto
E rir meu riso e derramar meu pranto
Ao seu pesar ou seu contentamento

E assim quando mais tarde me procure
Quem sabe a morte, angústia de quem vive
Quem sabe a solidão, fim de quem ama

Eu possa me dizer do amor (que tive):
Que não seja imortal, posto que é chama
Mas que seja infinito enquanto dure.


ayudas con la letra?  vão = vano, fugaz; espalhar = esparcer


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